Tres años mas tarde, nuevamente el alumno menos popular se transformó en la víctima, acabando en el medio del campo durante la noche, hasta que fuera rescatado por un joven golpeado que no emitió ni una palabra.
Sumamente agradecido y aliviado, el chico se fue a su casa y al día siguiente al volver al colegio notó que dentro del mural de los estudiantes fallecidos, se encontraba el joven que lo había ayudado la noche anterior.
Claro está que desde ese momento nadie volvió a realizar esto a sus compañeros, por temor a una nueva aparición del joven.
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